La violencia contra las mujeres ha sido y es una de las grandes lacras de la sociedad actual, que aún hoy persiste, a pesar del fuerte rechazo institucional y la firme oposición hacia las desigualdades entre hombres y mujeres.
Hoy, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia la Mujer, es una oportunidad para insistir en la atención a uno de los retos más importantes que afronta nuestra sociedad, un reto que debería implicarnos todos los días del año.
La violencia contra las mujeres pone de manifiesto una profunda situación de desigualdad, una compleja realidad que conviene analizar con reflexión, profundizando en aspectos culturales, educativos y socioeconómicos, que pueden explicar que no se elimine al ritmo deseado.
Las primeras etapas en el desarrollo de los menores es un momento crucial en el que las familias y los educadores también tienen un papel fundamental para la educación y concienciación de la tolerancia cero hacia las conductas y comportamientos machistas, y donde se hace imprescindible poner a disposición herramientas y pautas que les permitan detectar y afrontar este problema lo más rápido posible.
El incremento de este tipo de violencia entre adolescentes y adultos jóvenes es una cuestión que, cada vez más, nos ocupa y preocupa como sociedad, porque somos conscientes de que en muchas ocasiones desde esas edades tempranas se incorporan, de un modo irreflexivo, estereotipos y creencias sobre la pareja o las relaciones afectivas, que potencian pensamientos y comportamientos que están en el origen de las situaciones de violencia.
La sociedad debe esforzarse en erradicar las relaciones afectivas tóxicas, donde las actitudes de intolerancia, de control, de agresividad, de dominio y de poder entre iguales se llegan a normalizar. Por eso, es fundamental potenciar relaciones en igualdad y evitar modelos que son, o podrían ser, la antesala de la violencia contra la mujer.
Es por ello por lo que desde las instituciones, junto a otras entidades sociales e instituciones académicas, dedicamos esfuerzos y focalizamos acciones en esta etapa de la vida en la que se inician las relaciones afectivas, promoviendo políticas de salvaguarda y protocolos de detección y actuación en centros educativos.
Junto a la prevención a través de la educación y sensibilización, desde el CAVI se trabaja para recuperar a las mujeres y a sus hijos que han vivido la violencia en primera persona mediante la atención y asistencia, a través de una amplia red regional de recursos que proporciona una intervención integral a las víctimas.
Desde aquí es preciso insistir en que pedir ayuda es un paso fundamental para salir de una situación de maltrato, y animar a las víctimas a que rompan el silencio, como único modo de romper el círculo de la violencia contra la mujer.
El camino no será fácil, pero es el único seguro para recuperar una vida plena, sin sufrimiento ni miedos, y la de sus hijos, que tantas veces son también víctimas, -las más inocentes y vulnerables-, del odio y la violencia. Por ellos, por ellas, por una sociedad libre de violencia contra la mujer y de todo tipo de violencia, merece la pena aunar esfuerzos y trabajo.